Ana Ravell i Barrera Nuestra fundadora
Nacida en Arenys de Mar (Barcelona), el día 5 de Mayo de 1819, plasmaría el fervor cristiano de su hogar y el entusiasmo franciscano de su familia, en unas normas de vida dedicadas a hacer el bien, hasta llegar a ser fundadora de un instituto religioso, consagrado a la enseñanza y a la beneficencia: Las Franciscanas Misioneras de la Inmaculada Concepción.
Vivió y contempló cómo hacia 1835 un ochenta por ciento de las jóvenes eran analfabetas. Animosa, tenaz e iluminada por la fe, nació en ella el deseo de enseñar.
En 1847 ingresó en la comunidad religiosa de la Sagrada Familia de Burdeos, y comenzó su carrera como ayudante maestra en el colegio «La Concepción» de Masnou. Por causas internas de la congregación, abandonó ésta y ejerció el magisterio de niñas en la sociedad que la rodeaba. Se tituló como maestra en 1852.
Tras unos años de silencio y meditación, maduró su vocación y, junto con tres compañeras que compartían su ideal de apartar a la mujer de la marginación, comenzaron su objetivo: Vivir el Santo Evangelio en pobreza, castidad y obediencia, y dar respuesta evangélica a los derechos humanos de los hombres.
Su primo, Pascual Ravell, catedrático del Seminario de Barcelona, le abrió camino presentando al pueblo de La Garriga sus ideas y objetivos, de establecerse como maestra de niñas, ya que en aquel momento no había ninguna escuela para ellas en la población. En 1857, en una casa pobre y prestada, ella y sus compañeras abrieron su escuela, empezando así la labor educativa de la institución.
Ramón Boldú, franciscano exclaustrado al servicio de la diócesis de Barcelona, participó plenamente, desde el primer momento, con los ideales y principios de Ana Ravell, ya que éstos eran afines a los suyos. Ambos trabajaron en el proyecto de Ana, encontrando en la Tercera Orden Franciscana, el marco ideal para establecer el nuevo Instituto.
En 1859 Ana y sus tres compañeras, Dolores Roca, María Parcerisas y Margarita Candelich, entonces novicias con el hábito de terceras franciscanas, fundaron la sociedad «Colegio de la Concepción». Pasado el año de noviciado, solicitaron al comisariado Provincial ser admitidas a la profesión de la Regla, cosa que les fue concedida.
El 30 de octubre de 1859, en la celebración de la misa mayor, en la parroquia de San Esteban de La Garriga, hicieron su profesión religiosa y así nació en la iglesia el Instituto de las Franciscanas Misioneras de la Inmaculada Concepción, para gloria de Dios y bien de los hombres.
En estricto sentido canónico, y por ende, frente a la legislación del estado, el grupo de las hermanas no había formado ninguna nueva congregación religiosa, pero en su interior se habían comprometido de por vida a vivir el espíritu de Francisco de Asís.
El reconocimiento diocesano de su Instituto se hizo más tarde, cuando el Estado abrió la posibilidad a nuevas congregaciones religiosas. El 12 de marzo de 1868 el Obispo de Barcelona, Pantaleón Montserrat, dio el Decreto de Aprobación del Instituto y de las primeras Constituciones.
En 1860 aceptó la oferta del Ayuntamiento de La Garriga de ser maestra titular. Después de tres años de magisterio en su escuela privada, Ana Ravell tomó posesión en la escuela pública.
Pero en 1870 fue depuesta de su cargo debido a que se negó a firmar la constitución liberal, ya que ésta en su artículo 21 de 5 de junio de 1869, proclamaba la libertad de cultos y prohibía la admisión de novicias en los nuevos institutos, a lo que se oponía la iglesia católica.
Providencialmente la separación de la escuela pública desembocó en la expansión de su Instituto que tuvo lugar en pocos años. Bajo su lema «Toda fundación religiosa empezada con sencillez y santa pobreza tiene segura su firmeza», Ana Ravell abrió doce casas. El 9 de octubre de 1876 el Instituto recibió la Bendición de la Orden Franciscana, por medio de su ministro general Bernardino de Portogruaro.
En 1883 envió a sus hijas a las Misiones de Marruecos. Cinco años más tarde se dedicaban al cuidado de los enfermos en el Hospital Español de Tánger. El 28 de julio de 1891, el Papa León XIII les concedió el decreto de alabanza, y él mismo, el 1 de agosto de 1900 concedía la Aprobación Pontifica del Instituto. Más tarde, el 3 de enero de 1907, el ministro general de la Orden Franciscana, Dionisio Schuler, firmaba el Decreto de Agregación a la Orden.
En la mañana del 4 de junio de 1893, en Argentona (Barcelona), a la siete de la mañana y con la misma sencillez que había vivido, ANA RAVELL Y BARRERA salió hacia la casa del Padre a gozar del reino que el Señor le había preparado. Tenía 74 años de edad y 34 de fecunda vida religiosa.